Giovanni
Papini
Mi historia
con “El Juicio Universal” de
Giovanni Papini se remonta
a mis visitas, desde niño, a
la peluquería del señor Reyes (de quien, debo confesar, nunca
supe el nombre). Este singular
personaje, tenía en una sola
mesa, para la entretención de sus
clientes, las últimas
noticias del deporte, la chica
desnuda del mes, una
colección de cuentos de Borges,
unas greguerías de Ramón Gómez de la
Serna, y una que
otra obrilla en edición Quimantú, que
variaba constantemente, pues alguien siempre terminaba
llevándosela. Fue allí que me
encontré con “El Juicio Universal”.
En la espera insoportable de la
peluquería (gracioso me resulta
escribirlo, pues ahora he
pedido casi todo mi otrora
enrulado cabello), y por años,
fui leyendo este ladrillo maravilloso y arquetípico que
me permitió conocer a
montones de personajes,
reales y ficticios, que luego
me reencontré en las
clases de literatura, historia,
filosofía y teología. Y como siempre
me han impactado las obras clásicas, esas donde el lenguaje
fluye desde alguna
dimensión desconocida con una fuerza telúrica que
te abofetea el mal gusto circundante, lavándote
el sentido y te pone a
tomar las onces en silencio,
agradecido y humilde, como
una madre estricta
y cariñosa, así mismo me sentía, y me
siento, cuando leo esta obra impactante digna, de
un genio posible solo a Papini.
No tienes que
leerla entera para
que te guste,
no tienes que leerla
de un tirón (que es así precisamente como no se
hace) para decir que lo
estás leyendo, ni tienes que concordar
con todos los juicios
expuestos, para reconocer el misticismo
de intención y el
realismo del lenguaje. Tengo amigos que
sólo han leído uno de sus testimonios, el preciso, el suficiente
para conmoverse hasta
las lágrimas. Uno de
ellos es mi amigo Elwin Álvarez, quien escucha con emoción contenida las
palabras supuestas de Pedro Bernardone, padre de Francisco de
Asís, y sentir que
son las de su propio
progenitor quien le
confiesa su porfiada
incomprensión, pero a la vez su amor
a toda prueba ,
su cariño desmedido y su incondicional aceptación.
¿De qué trata este
hermoso libro? Imaginen que han
sonado las trompetas del Juicio
Final, resucitan los muertos de
todas la épocas, y, uno a uno,
se presentan ante
el Divino Tribunal. Los ángeles exponen
su caso, y, como última oportunidad, ante el nuevo descubrimiento de la
Presencia Eterna, exponen
sus razones, defienden sus motivos, o
incluso, se encierran en sus odios enconados, en sus miedos invencibles y en sus rechazos totales. En este contexto desfilan frente a nosotros
personaje tan variopintos
que comprendes al poco andar que no requieres seguir
el orden propuesto, si no que, en
cambio, puedes iniciar por los que te
parezcan más cercanos para decantar
en quizá años de lectura, por
aquellos desconocidos y que sean tal vez los que te
proporcionen mayor entendimiento
y
sabiduría.
Un texto ampliamente
recomendable y que espero puedas compartir
con otros.
Gracias por acordarte de mi papá (que bien sabes de adoraba) y de un servidor, al escribir este texto tan inspirado. Como recordarás mi historia con este devoto hombre de las letras y de la fe, viene desde mi más tierna edad, de cuando escuchaba en la radio sus soliloquios de Belén; desde aquellos años me emocionaba escucharlo y en especial por la tremenda humanidad de sus personajes. A ver si este año leo por fin uno de sus libros.
ResponderEliminar